Esta es una breve crónica se basa en el testimonio de cerca de una veintena de visitantes, entre directivos y colaboradores de la asociación entre otros, que han aportado su visión subjetiva sobre este conocido evento mineralógico.
Pretende ser una una crítica constructiva y en positivo sobre un acontecimiento que atrae anualmente a La Unión a miles de visitantes, que disfrutan libremente del ambiente en el Mercado Público y su entorno.
Comenzaremos por cartel anunciador, de gusto muy discutible por decirlo de forma suave, que provocó una opinión poco favorable entre la mayoritaria de los aficionados. Los promotores deberían buscar de una vez un buen diseñador profesional, que tenga un mínimo sentido estético, para no perjudicar la imagen de las entidades colaboradoras y de la Feria en sí misma.
Sorprendió gratamente la gran afluencia de público, aunque hubo momentos en los que fue muy difícil para los coleccionistas moverse por el recinto y acceder a los expositores lo que lleva a pensar que tal vez el espacio no sea adecuado, por sus dimensiones, para este ya tradicional evento de la Semana Santa unionense.
Las curiosas reproducciones de dinosaurios fueron un elemento a destacar pero, al ser más pequeños que el tiranosaurio de la edición de 2023, no destacaban entre la masa de público que los ocultaba completamente de la vista.
Como novedad se organizó un taller de artesanía prehistórica en el que se confeccionaron flechas, lanzas y utensilios diversos. No sabemos que tendrá que ver eso con la mineralogía pero como atracción de turistas y clientes, que es al final lo que cuenta para los organizadores, cumplió su papel.
Los incidentes causados por la meteorología fueron destacables. Si en otras ediciones las caudalosas goteras perjudicaron a expositores y visitantes, este año el viento ha sido el protagonista al levantar parte de la cubierta del recinto, sin que se produjeran desgracias personales, y fue necesario reubicar algunos puestos para prevenir accidentes. El Ayuntamiento debe abordar con urgencia y sin más demora las imprescindibles reparaciones del edificio para prevenir incidentes que podrían poner suponer un riesgo para la integridad de las personas.
El nivel de los minerales de colección expuestos para su venta fue muy bajo, salvo honrosas excepciones, destacando las extranjeras y las de otras provincias.. Del material local no había piezas destacables siendo en general demasiado discreto, lo que pone en evidencia el progresivo agotamiento de las minas de la Sierra de Cartagena. Los precios, seguían en su tónica habitual, ya que había para todos los gustos y bolsillos.
Como en otras ediciones se entregaron varios premios, como el Premio al Mejor Stand Decorado que recayó merecidamente en Juan Nicolás Mesas, un comerciante de Zaragoza que suele presentar piezas variadas e interesantes; el Premio al Mejor Mineral de la Sierra de La Unión se le otorgó a un cuarzo de Juan Llorente que no era la mejor de la Feria y, a nuestro parecer, era desmesurada en tamaño, bastante mediocre y vulgar; y el Premio al Mejor Mineral Extranjero expuesto fue para un apatito de Brasil de José Manuel Jurado, un ejemplar feo y de muy escasa calidad.
La zona de intercambios instalada en los aparcamientos estuvo muy floja, tal vez por el mal tiempo, ya que vinieron muchos menos coleccionistas y no se alcanzó ni el volumen ni el nivel de otras.
En resumen, la Feria de Minerales de La Unión da muestras de estancamiento o decadencia, a pesar de las alharacas de los políticos y las desmesuradas alabanzas de palmeros interesados o “nacionalistas serranos”, y es cada vez menos destacable a nivel mineralógico. Eso sí, se ha convertido en una de las que más visitantes atrae, lo que puede estar causado por las especiales fechas en las que se celebra, pero nada más.
El modelo actual da claros síntomas de agotamiento, los responsables deberían retirarse y pasar el relevo a personas verdaderamente formadas y preparadas que sepan organizar, gestionar y aportar ideas nuevas.
Esperemos que el próximo año se plantee de otra forma para mejorarla, porque esta edición desde luego es para olvidarla.
Fotografías de Ginés López y Pilar Sánchez.
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